lunes, 26 de marzo de 2018

Depeche Mode – Estadio Único de La Plata, 24/03/2018



En el principio fue el cine; las personas tuvieron por fin la posibilidad de ver y narrar historias en movimiento gracias a la proyección de luz sobre una rápida sucesión de fotogramas, derivación lógica del arte de la fotografía. Luego irrumpió la televisión; hacia la década de 1960 ya gran parte de la población mundial contaba con un aparato receptor de imágenes y sonido que permitía vivenciar, en la comodidad del living de casa, noticias, películas y entretenimiento al tiempo que, se suponía, en el corto plazo contribuiría a la estupidización progresiva e irreversible de los pasivos y voraces televidentes. Posteriormente, el desarrollo y la evolución de la computadora personal y sus satélites (videojuegos) habilitaron el uso hogareño de una red de intercambio de datos que pronto se convertiría en el motor de la civilización. Tablets, laptops y teléfonos inteligentes serían, ya en el siglo XXI, meras extensiones de los propios cuerpos. Aparatos cuyo extravío, rotura o caducidad generan una sensación de malestar indescriptible.

Pero en vista de la enorme reserva de libros y estudios científicos y filosóficos de la más diversa índole que advierten sobre la excesiva dependencia de las pantallas en la vida (pos)moderna, nos conformaremos aquí con añadir que hoy, en los shows musicales de cualquier género, el despliegue audiovisual ha ocupado un lugar muy difícil de suplantar cuando no está. Dicho de otro modo, hay muchos artistas cuya propuesta puede ser sostenida solamente por el audio, siempre y cuando esté bien balanceado y ecualizado, y hay otros (la mayoría de la escala de estadio) cuyo complemento con las imágenes pasa a ser una parte central de la performance.

En el caso de Depeche Mode, hace ya muchos años –al menos desde la gira World Violation de 1990– que cada una de las canciones de sus conciertos cuentan con una intervención visual de su genial videasta Anton Corbijn, al punto de que gran parte de la imaginería del grupo de Basildon ha quedado atada a las extrañas, oscuras, incluso osadas ideas del artista neerlandés. Se advierte, en todo el acervo de DVDs, clips y grabaciones del público, que las mismas ocupan un papel central en el espectáculo del trío. ¿Pero qué pasaría si, de repente, de buenas a primeras eso desapareciera, se apagara? Pues en rigor no debería ocurrir nada; una banda con la trayectoria y la calidad de DM, que desde 1980 viene cosechando numerosos hitos discográficos de un techno-pop salpicado por un corazón blusero –cada vez más evidente desde el impar Music For The Masses (1987)– debería salir más que airoso de una situación escénica disruptiva, tan solo por el propio peso de las canciones y del carisma incomparable de su vocalista Dave Gahan.

Como ya se sabe (y como pueden leer en esta atinada reseña), el show del sábado pasado en el Estadio Único de La Plata, que recibió a lleno total a estos dioses del rock maquinal tras nueve años de espera, quedó empañado por severos problemas técnicos que obligaron tras el segundo tema (“It's No Good”) a cancelar la participación activa de las pantallas, dejando en el camino no solo las animaciones de Corbijn, sino también a la mayor parte de la concurrencia totalmente privada de la posibilidad de apreciar la fina gestualidad de un frontman catedrático como Gahan, o las pinceladas en primer plano del cerebro Martin Lee Gore. De manera que el espectáculo quedó a merced de un setlist que tenía todos los condimentos para redondear, pese a todo, una noche inolvidable, pero que, asimsimo, sufrió los pormenores de un sistema de sonido deficiente que lo privó del volumen y la ecualización pertinentes. Y he ahí el diagnóstico mayor: una falla visual catastrófica y un audio que dejaba bastante que desear.

Sin embargo, a pesar de todo ello, a fuerza de experiencia, canciones inoxidables y muy buenas versiones de viejos clásicos como “Everything Counts”, “Never Let Me Down Again” o “A Question of Time”, Depeche se cargó el asunto al hombro, ensayó su mejor cara y sacó a flote una situación muy difícil de remontar, habida cuenta de que gran parte de los espectadores había quedado limitado sólo a escucharlos, y mal. Gahan exhibió con creces su gran momento vocal y actoral, Gore interpretó sus segmentos propios (“Insight”, “Home”, “Strangelove”) con la pasión y el compromiso de siempre, y tanto el fundador Andy Fletcher como los ayudantes Peter Gordeno (teclados, bajo) y Christian Eigner (batería) cumplieron sus roles con aceitada dignidad, como si nada hubiese ocurrido.

Pero ocurrió, y las redes “estallaron” y la banda se vio obligada a emitir unas disculpas amén de tirarle un tremendo centro al área de la productora local DGEntertainment, que hoy, con el diario del lunes, asoma como la gran responsable por haber proporcionado equipamiento defectuoso a un conjunto de primer nivel. La fría noche platense, que prometía una verdadera fiesta, había terminado con el público resignado, esperando respuestas, y la retirada albergó la agria sensación de que aquella velada podría haber quedado en la memoria por mejores motivos que la caída del sistema. Simples pantallas. Artefactos que, por cierto, aunque en menor tamaño, todo el tiempo consumimos acríticamente en nuestras vidas cotidianas sin saber todavía cuáles serán las consecuencias reales y que de un momento a otro nos pueden cambiar el día. 



Setlist:
Going Backwards / It's No Good / Barrel of a Gun / A Pain That I'm Used To / Useless / Precious / World in My Eyes / Cover Me / Insight / Home / In Your Room / Where's the Revolution / Everything Counts / Stripped / Enjoy the Silence / Never Let Me Down Again. Encore: Strangelove / Walking in My Shoes / A Question of Time  / Personal Jesus.




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