Si Bocanada (1999) y Siempre es Hoy (2002), aun con sus diferencias solo lograron ahuyentar a un público masivo acorde a los mejores años de la estrella, pues Ahí Vamos
y su empuje arengador le propinó al Cerati solista un reconocimiento
que, por diversas razones, no aparecía. De hecho, utilizando términos
pelotudos, se puede decir que esta producción de 2006 es “el disco de la
gente”. Gracias a él, el ex Soda pudo por fin colocar un par de piezas
de factura solitaria en el cancionero popular. La agresiva campaña de
difusión, la renovada energía del material nuevo, la convocatoria de
viejos amigos de su generación (Richard Coleman, Fernando Samalea), el acercamiento a un colega “antagónico” como Ricardo Mollo, entre otros factores, se erigen como claves de este proceso.
Cuánto hubo de premeditado en todo esto será tema de debate, pero sea como fuere, nada le quita a Ahí Vamos el mérito de haber devuelto al ídolo a un lugar por lo menos cercano al que solía ocupar. El Cerati cool y elitista que tanto rechazo supo provocar había quedado atrás. Una atractiva estética dark-friendly
se apoderó de los rasgos visibles de esta nueva etapa, en tanto que en
lo sonoro ganó espacio lo valvular, dejando a las máquinas silbando
bajito en un rincón, pero sin retirarse. Dicho esto, las condiciones
para un triunfo contundente estaban servidas.
El demoledor comienzo con “Al fin sucede”, “La excepción” y “Uno entre 1000”
certifica con un puñetazo la filosofía “palo y a la bolsa” que rodea al
álbum, evidente sobre todo en el segundo track, un regreso a lo
concreto a la manera de “De Música Ligera”. “Caravana” persiste con el perfil power, aunque bajo un halo new wave que lo acerca a The Police.
Un primer respiro se registra recién con el hit “Adiós”, una sencilla canción sobre el desapego coescrita con Benito Cerati, cuyos acordes abiertos a lo R.E.M. se funden con frases para la antología. En tal sentido, “Poder decir adiós es crecer”
tal vez sea la más resonante, no obstante cada oración parece estar
cargada con una vida propia. Incluso, hoy en día, con el desenlace de la
historia ya consumado, resulta difícil escuchar el tema sin encontrarle
una lectura acorde a ello. Claro que bajo ese criterio uno podría
asignarle al título siguiente una continuación (o contradicción) lógica,
sin embargo, quizás lo más notable de “Me quedo aquí” sea que antecede a la enorme “Lago en el cielo”, sin
duda el mejor tema del disco y uno de los picos de la carrera de
Gustavo, cuya lírica invita a tomarse las cosas con calma, mientras los
músicos se abren con elegancia al fantasma del primer Echo and The Bunnymen.
Empero, de aquí en más la cosa se torna algo irregular. “Dios nos libre” recicla el riff de “Texturas”, que a su vez rescataba un viejo tema que había quedado afuera del debut de Soda, “La calle enseña”. Lo acústico vuelve a presentarse en “Otra piel”, y “Medium” aporta la cuota esotérica. Luego, el pseudo-ska de “Bomba de tiempo” retrocede en todo a Siempre es Hoy,
y tranquilamente se podría haber recortado o eliminado del todo, de
hecho el propio Cerati reconoció que el tema estaba originado en una
idea “de cuarta”; la cuestión es si realmente dejó de serlo.
De cualquier modo, el tramo final se reserva lo mejorcito del lado B, gracias a la efectiva belleza de la balada “Crimen” y de “Jugo de luna”.
Estos tracks “de manual” clausuran el disco en un clima muy diferente
al del comienzo, lo que puede haberlos dejado un poco a la deriva,
aunque a esta altura se trataría de un dato menor, ya que la enorme
aceptación del público sobre Ahí Vamos
le permitió a Gustavo gozar de una segunda era dorada. Su gran momento
pudo comprobarse en hitos como el show gratuito de Figueroa Alcorta y
Pampa de marzo de 2007, en el que se congregaron unas 200 mil almas que,
hay que decirlo, ni en sus más delirantes sueños imaginaban que unas
semanas después se anunciaría la reunión del trío más celebrado de
América Latina.
Cerati había superado la barrera que
lo separaba del gran público; sus melodías habían vuelto a sonar en el
taxi, en el supermercado, e incluso muchos detractores reconsiderarían
su postura. Definitivamente el músico se había dado el gusto, al menos
por un tiempo, de derribar su propia pared, la que él mismo construyó,
acertadamente o no, en pos de separarse de un panorama chato en el que
por naturaleza no lograba hallarse.
Links:
Soda Stereo – Canción Animal (1990)
T Rex – Electric Warrior (1971)
David Bowie – Aladdin Sane (1973).

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