WILCO
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| “The” Band (foto: Wilco Argentina) |
La tarde ya caía cuando en el
escenario Heineken, puertas adentro, apareció la banda de Chicago comandada por
un
Jeff Tweedy sonriente y de sombrero blanco. En medio de una gran ovación, a
la cuenta de cuatro, la reciente
“Random Name Generator” abrió un show que rápidamente
se iría transformando en una Caterpillar capaz de arrasar a una audiencia estupefacta,
sumida en un estado constante entre la levitación y el escalofrío. El debut de
Wilco en Buenos Aires, absolutamente triunfal, ofreció todo lo que se esperaba
del sexteto y que ya había sido visto y revisto por Youtube: un curtido, potente,
tan ordenado como desquiciado despliegue de melodías que oscilan y viran –incluso
en un pestañeo– entre el tradicionalismo de
The Band, la espalda de
Neil Young
& Crazy Horse y el ruidismo serial de
Sonic Youth o
Neu!. Si bien en la
lista de temas casi todos los discos tuvieron sus embajadores (hasta el tempranero
A.M., de 1995, se coló con
“Box Full of Letters”),
fue
“Impossible Germany” y su coda imponente a lo
Television la que marcó el meollo y
el punto de no retorno para esos cientos de fans que aún se frotan los ojos y ya sueñan
con el retorno del gigante.
THE FLAMING LIPS
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| Psycho-circus (foto: Jimena Savelli) |
A las 21.15, mientras buena parte de los
asistentes continuaba viajando con las últimas notas de
Wilco, el cerebro
Wayne Coyne
payaseaba y colaboraba con los plomos en un escenario aún apagado,
que un rato después explotará de colores para la larga intro de
“Race for
the Prize”. Sin embargo, aparentemente no todo estaba en su lugar: algo se
perdió entre el volumen bajo, la garganta muy cascada de
Coyne y los variados
inconvenientes técnicos ligados a los efectos especiales,
que crearon vacíos incómodos entre tema y tema y absorbieron demasiado caudal de los sesenta
minutos pautados. Como rehenes de la batalla quedaron, intactas, nueve canciones
lo suficientemente bellas y con vida propia como para permitirse omitir al menos parte de
toda esa parafernalia, tan divertida como en alguna medida innecesaria; la
gran versión casi a oscuras de
“The Observer” así lo demuestra. De manera que, pese a que no faltaron los disfraces, los muñecos inflables, las explosiones de papelitos, los mensajes de amor y el homenaje a Bowie
con
“Space Oddity”, la escasa hora de los Lips reclama una revancha
urgente: con más volumen, más voz, más tiempo y por consiguiente, más margen de maniobra. Un show
propio, en definitiva.
PET SHOP BOYS
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| Dance into the light (foto: Facebook PSB) |
Uno de los puntos nodales del festival era la enésima presentación en estas tierras de
Neil Tennant y
Chris Lowe, quienes bien podrían haber apostado por una seguidilla de quince, veinte hits radiales que todos conocieran, un truco por aquí y otro por allá, una “
coreo”
adecuada y listo: todos contentos a casa tarareando la melodía preferida. Pero no. Lo del celebrado dúo
electro-pop fue sin duda, con sus aciertos y dubitaciones, una verdadera demostración de actualidad y vigencia, basada en un repertorio centrado en sus producciones de la última década y con unas pocas concesiones de playlist, para colmo reformadas y revisitadas en plan 2016 (
“West End Girls”,
“It's a Sin”,
“Go West”,
“Domino Dancing”). En su extenso show casi conceptual, y de la mano de un exquisito arsenal visual y lumínico, unos
PSB ayudados por tres músicos reales no dejaron pie sin mover y de paso le explicaron a su gente –como bien ha expresado
Sebastián Chaves en
este artículo– no sólo cuánto han tenido que ver ellos con todo el pop de hoy, sino cuán interesante es comprobar que un artista consagrado es capaz de mirar para adelante y caer bien parado en el intento.
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