viernes, 20 de julio de 2018

Fito Páez – Circo Beat (1994)



Hubo un tiempo en el que Fito Páez llenaba estadios. Sí, leyeron bien: estadios. El mismo cantautor rosarino que hoy en día se las arregla con un par de Gran Rex o Luna Park (cosa nada desdeñable, desde ya), a comienzos de los noventa reventaba boleterías, batía récords e inundaba las programaciones radiales mainstream con viñetas y poemas en alta fidelidad que venían a cubrir cierta vacancia habilitada por otras luminarias abocadas a sus propios planes de supervivencia.

Pero al necesario pragmatismo de una carrera ascendente, Páez adjuntó un impulso de grandeza cada vez más ambicioso que desembocó en su indiscutible obra maestra aparecida en 1992, El amor después del amor. Un disco en el que pudo reunificar todas sus obsesiones e influencias en un todo sin desperdicio y cuyas extensas letras, milagrosamente o no, reposaron gentilmente al servicio de la música y no al revés. Allí, temáticas como la infancia difícil, los agridulces recuerdos de la juventud, la cinefilia, su propia vida como estrella, el corazón de la actriz Cecilia Roth y la inspiración de Spinetta y Charly, se sintetizaron en un imponente marco musical de pura sensibilidad pop, plasmado con la mejor tecnología de estudio disponible al momento, con la consecuencia obvia de una explosión de ventas y rotación pocas veces vista en el panorama local.

Ahora bien, todos estos factores lo ponen a uno de cara al asunto de la reacción del artista ante su momento de gloria absoluta, cómo éste lo sobrelleva, cómo baja del cielo, cómo intenta revalidarse, si es que lo hace. Porque, se sabe, ver el mundo desde la cúpula no le ha hecho bien a todos, si bien es cierto que hay ejemplos de que se puede salir bien parado de aquello, al menos en principio. Este último, pues, fue el caso puntual de Fito, dado que, ya pasado el vendaval, sin desviarse demasiado de su rumbo, logró sortear el desafío del gigantismo de la mano de Circo Beat (1994), un álbum basado en los cimientos de su gloria reciente al que añadió un concepto circense en pos de reforzar cierta carga surrealista que lo atravesaba de punta a punta.

Producido por el ex-guitarrista de Roxy Music, Phil Manzanera, el disco simplificaba los excesos de su antecesor y se enfocaba en un pop rock basado en la “wall of sound” spectoriana, cuyo sonido cristalino destacaba las aportaciones del ejército de sesionistas que incluía nombres como Gabriel Carámbula, Tweety González, Fabiana Cantilo, Claudia Puyó y un largo etcétera. Apoyada en esa muralla estelar, la psicodelia funky radial de “Circo Beat” abría el álbum surfeando en un torrente de imágenes inconexas, aspecto que “Mariposa Tecknicolor” llevaba al extremo incluso en su vertiginosa arquitectura melódica, muy influenciada por The Byrds; vale preguntarse, en ese sentido, cuántos megahits de los surgidos en las últimas décadas ostentan semejante vuelo lírico y una partitura dotada de no menos de veinticinco acordes.

No obstante, tras estos sobresalientes números de apertura, las cosas volvían a un cauce demasiado familiar, con un foco muy claro en la fanfarria rockera a lo Wings y la reaparición de las temáticas de la nostalgia (“Normal 1”, “Tema de Piluso”), el cine (“El jardín donde vuelan los mares”, “Si Disney despertase”) y las vueltas por el universo de los Beatles (“She is mine”). También había lugar para el liso y llano derrape, como el de la espantosa “Soy un hippie” (referencia a Billy Bond incluida), donde un afectado e hiperrealista Páez se quejaba del hostigamiento de los fans, amén del viejo y querido recurso de la secuela o refrito, encarnado en “Lo que el viento nunca se llevó”, muy similar en todo aspecto a “A rodar mi vida”.

Sería agotador embarcarse en la enumeración de las cifras alcanzadas por Circo Beat, de manera que basta con decir que esta buena producción le sirvió a Fito como para mantenerse sobreexpuesto y conservar por un tiempo más a un público más bien juvenil que, conforme transcurría la década, iría siendo cooptado por emisoras FM ya más ligadas a los géneros latino-románticos; al tiempo que también la cruda realidad resultante de las políticas del menemismo dejaba a vastos sectores de oyentes con otras necesidades de consumos culturales, en los mejores casos. Pero la vida siguió y, con el correr de los años, la verborragia de Páez crecería de manera exponencial al punto que cada álbum de su prolífica carrera –salvo contados casos como el de Abre (1999)– se convertiría en un verdadero desafío a la paciencia de su estoico y aún nutrido núcleo de fans: gente bien entrenada para soportar los papiros kilométricos de este particular sobreviviente de la época dorada del rock argentino.



Links: 
George Harrison - All Things Must Pass (1972) 
Fito Páez - Tercer mundo (1990) 
Charly García - La hija de la lágrima (1994)



6 comentarios:

Montoto dijo...

Hola Mastrangelo, buen día. Justo ayer enganche un vídeo en vivo de Paez y tu post resumió exactamente lo que vi. Nadie puede negar que Fito es uno de los grandes artistas de nuestro país y mas allá, que junto a Del 63´y El amor después del amor este álbum es uno de sus grandes discos pero es una lastima que, como vos decís (Me hiciste reir), recaiga una y otra vez en "papiros kilometricos" y sea un verdadero desafió a la paciencia de sus oyentes el resto de sus trabajos decantados por el ego de una fama increíble cargada de elogios bien logrados por un talento exquisito difíciles de controlar y saber llevar a la hora de sentarse a componer e interpretar sin interferencia las sensaciones del alma.

Abrazo de rock, pop y cuanto estilo haya.

Centrofovar dijo...

Cómo va señor?? Recién ahora veo tu comentario. No me llegó la notificación al mail, o quedó en spam, no lo sé. Pero en fin, gracias por comentar!
Por el lado de Fito, creo que va más allá de los gustos. Es un gran compositor que, me parece, tiene merecido el reconocimiento como tal. Independientemente de que sus últimas dos décadas me parezcan un bodrio. Él escribió grandes páginas y espero que lo vuelva a hacer.
Abrazo!!

Montoto dijo...

Todos lo estamos esperando con ansias. Tengo fe... jajaja escuchaste la Ciudad Liberada?? Por ahi quien te dice. Abrazo!!

Centrofovar dijo...

No lo escuché, pero un amigo en cuyo criterio confío me dijo que es insoportable. Hasta me citó una frase que dice "Twitter es un pájaro ruin...". Muchas ganas no me dan, pero algún día me animaré.

Montoto dijo...

jajajaja Tuviste suerte que te alertaran. Yo me tuve que fumar los cuatro primeros temas para tratar, con las pocas fuerzas que me quedaban, tratar de apagar el CPU antes de morir. La única canción que, para mi, se salva es Tu vida mi vida el resto duele.

Centrofovar dijo...

Ya mismo lo pongo. Nada mejor que indignarse para sacudir la modorra del post-almuerzo de oficina.