lunes, 25 de agosto de 2014

Spiritualized – Teatro Vorterix, 24/08/2014





No dejes que nadie te diga qué hacer”, sugiere Jason Pierce sobre el final de uno de los grandes discos de los noventa, Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space (1997). Justo él, una leyenda viviente, el que tras disolver su primera nave cósmica (Spacemen 3) se dedicara a hacer básicamente lo que se le dio la gana.

Al mando de Spiritualized desde hace más de veinte años, el artista también conocido como J Spaceman se dio el gusto de facturar discos brillantes y digitar cambios en la formación sin alterar la magia voladora de su proyecto, inspirada por un nivel alto de excesos y, recientemente, por el correlativo deterioro corporal, circunstancia que llegó a tener al músico inglés nacido en 1965 bastante cerca de la muerte.

Pero, en el mundo de Spiritualized, el dolor, la alegría, lo sagrado y lo profano se funden en la misma cosa, y al final terminan confluyendo en el AMOR, así en mayúsculas, que es lo que motoriza a esta persona a encarar su recuperación con una actividad plena que incluye, para una serie acotada de shows, el sometimiento de su repertorio a una refundación total. En tal sentido, los conciertos de Acoustic Mainlines traen bajo el brazo una vuelta de tuerca destinada a enaltecer la faceta religiosa-espiritual de Pierce, la que durante toda su carrera amalgamara con la más vibrante psicodelia heredada de una larga tradición.

Por esa razón, no hubo ayer en el Teatro Vorterix rastros del ruido blanco que seis años atrás conmoviera los cimientos de La Trastienda y del Club Ciudad. Hoy, la cosa es muy diferente, y la apertura del telón deja ver a un Pierce de blanco ya sentado con su acústica en mano, acompañado por ocho músicos locales –un coro de cuatro chicas y un cuarteto de cuerdas– más su fiel Doggen (Tony Foster) al Fender Rhodes —por contraste, todos vestidos de riguroso negro.

“Sitting on Fire” abre el concierto en un marco que durante una hora y media será exasperadamente intimista, facilitado por una iluminación tenue de tono azulado y una instrumentación alejada de los cánones rockeros. El sonido anclado en niveles correctos permite una buena apreciación de la voz casi frágil del líder, quien se limita deslizar un “thank you” apenas audible entre tema y tema. Por su parte, el público que colma el recinto de Colegiales responde con respeto a los primeros números, y reacciona recién con la cuarta canción, la negroide “Cool Waves”. También las muy buenas versiones de “Soul on Fire” y “Walking With Jesus” –que evoca a los años locos de Spacemen 3– cosecharán sus propias ovaciones, así como las conmovedoras “Stop Your Crying” y “Anything More”, esta última bien engarzada con el “hit” “Ladies And Gentlemen We Are Floating in Space”.

Sin embargo, a medida que el show gana en intensidad, parte del público parece perder la concentración y un murmullo insistente acapara espacio en los momentos de menor caudal sonoro, como la desgarradora “Broken Heart”, electrizante aún en su forma más despojada, o el comienzo de la plegaria “Lord Can You Hear Me”. En qué grado esto responde a los nuevos tiempos de escasa fijación por ahora no lo sabremos, no obstante, en este punto del concierto, y sin desmerecer la aportación de los jóvenes músicos de ocasión, tal vez sea más evidente la necesidad de un despliegue orquestal superior y, por qué no, de un coro gospel “de origen”. Estos elementos incluso podrían darle a Acoustic Mainlines una sobrevida mayor, aunque es probable que el propio Pierce no esté interesado en ello, a la luz de sus corrientes presentaciones en formato rockero habitual.

Sea como fuere, los bises “Too Late” y “I Think I’m In Love” van preparando el fin de una velada en la que primó la corrección y la sobriedad, amén de la belleza de esa docena y media de canciones cuya desnudez dejó en evidencia aquello de lo que es capaz su creador. Por ejemplo, mandar a casa a su gente con una canción de cuna (“Goodnight Goodnight”) y despedirse sin estridencias hasta la próxima vez. 




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